Mi trasfondo para El Desafío Personalizado del mes de Junio de 2025, con la aparición de dos nuevos Ents, que se unen a los tres que ya iniciaran camino a mediados del año pasado...
Es una continuación del de entonces...
Burhrrum y Oörloon decidieron esperarlo junto a un arroyo de aguas
cantarinas que serpenteaba entre raíces y rocas. Allí, mientras el viento hacía
danzar sus hojas secas, compartieron historias antiguas sobre los grandes
bosques de antaño y los Ents que habían conocido en sus largas vidas. Fue en
uno de esos silencios tranquilos, de esos que solo los árboles saben saborear,
cuando algo crujió suavemente en el borde del claro.
—¿Lo has oído? —susurró Oörloon, con una voz grave y húmeda, casi
como si saliera de entre las rocas cubiertas de musgo.
—Sí... y no es ardilla ni zorro —respondió Burhrrum, entrecerrando
sus ojos de corteza.
Del otro lado del arroyo, entre un par de jóvenes fresnos, emergió
una figura que al principio pareció parte del bosque mismo. Caminaba con una
mezcla de timidez y curiosidad, como quien no ha salido muchas veces de su
arboleda. Con un tronco esbelto y flexible, muchos nudos en sus brazos y
piernas y unas cuantas ramas cortas sobre la cabeza. No tenía hojas, algunas
setas cubrían partes de su cuerpo, donde sobresalía una barba larga y verde que
contrastaba con el marrón general.
—Hmmmm... hruummmm... ¿sois pastores? —preguntó con una voz que
recordaba al crujido de una castaña abierta sobre brasas.
—Lo somos —respondió Oörloon, dando un paso adelante con su andar
pesado—. ¿Y tú quién eres, joven brote?
—Me llamo Boj. Soy de castaños en las colinas al sur del bosque de
Tharbad. No suelo alejarme mucho, pero sentí algo... un murmullo en las raíces.
Algo que me llamó. Seguí el susurro de las hojas y los hilos del viento.
Burhrrum se adelantó, observando al joven Ent con una mezcla de
simpatía y sorpresa.
—Pocos Ents jóvenes quedan, Boj. Y aún menos que escuchen los
susurros del mundo y les hagan caso. ¿Sabes hacia dónde vamos?- Le dijo
mientras miraba al recién llegado.
—Hmmmmm… Algo he oído... rumores de una llamada, un rumor del
bosque más viejo, de Fangorn.
—Así es —asintió Oörloon—. Bárbol ha convocado a los pastores de
árboles. Marchamos contra Isengard. El Mago Blanco ha traicionado todo lo verde
y vivo.
Boj bajó la mirada un momento, sus hojas crujieron suavemente,
luego la alzó con determinación.
—Hmmmmmm… Entonces iré con vosotros.
Burhrrum y Oörloon intercambiaron miradas. No hubo necesidad de
palabras; todos los árboles que caminaban hacia Isengard eran bienvenidos.
Sisslun regresó poco después, más callado de lo habitual, como si
una parte de él hubiera quedado en su bosque, juntos a sus árboles. Había sido
muy duro para él dejarlos allí solos, pero entendía que el deber de defenderlos
lo debía llevar en ese momento muy lejos de ellos.
Al ver a Boj, sonrió y asintió solemnemente.
—Cuantos más seamos, más fuerte será nuestro paso —dijo, y juntos,
los cuatro retomaron la marcha.
El viaje prosiguió entre colinas y brezales, cruzando arroyos y dormidas
tierras donde los hombres hacía tiempo que no cultivaban. Los días pasaban
lentos como los pasos de un Ent, y las noches eran momentos de reflexión,
canciones largas como raíces de encina, y el suave balanceo de ramas dormidas.
Fue tras una de esas noches, cuando se acercaban a los primeros
pinares del norte de Enedwaith. El bosque parecía más espeso allí, más antiguo,
como si los árboles resistieran el paso del tiempo a fuerza de olvido. Al
avanzar por un estrecho paso entre viejos tejos y pinos retorcidos, un aroma
húmedo, a tierra mojada y hojas descompuestas, les llegó. Y entonces, una
sombra se movió entre la vegetación, parecía asomarse con curiosidad para
indagar sobre los cuatro viajantes.
Era un Ent de corteza rugosa y verdosa, con lianas que a modo de
venas le recorrían el cuerpo desnudo, pues carecía también de hojas, aunque sin
duda las había tenido. Ramas secas y fuertes salían de su cuerpo, y algunas
setas blancas marcaban puntos en sus brazos y piernas.
—Hruuummm... no esperaba ver tantos pies de Ent—dijo con una voz
profunda, tan grave que hizo temblar las piedras del camino.
Oörloon se inclinó levemente, como si saludara a un anciano sabio.
—Salud, viejo roble. ¿Quién camina por este bosque con palabras
tan hondas?
—Hruuummm… Me llamaban Queercus. Hruuummmmmmm... —soltó al fin,
tan despacio que el sonido parecía arrastrarse entre las raíces del suelo—.
Árboles que caminan... que no conocía... Hruummmm... ¿y a dónde van?
Oörloon se adelantó unos pasos, con una reverencia apenas
perceptible.
—Salud, roble anciano. Somos pastores de árboles, y marchamos a la
llamada de Bárbol, señor de Fangorn. La guerra se cierne, y Saruman ha vuelto
su mano contra todo lo vivo, es necesario defender a los árboles de la barbarie
de los orcos.
El viejo Ent permaneció inmóvil largo rato. Tanto que Boj, aún
impaciente con la juventud brotando en sus ramas, empezó a mover una de sus
raíces con inquietud. Cuando por fin habló, lo hizo con un ritmo tan lento que
parecía que cada palabra llevaba la carga de un siglo.
—Bááááár... bol... —repitió el nombre como si saboreara un fruto
maduro del pasado, entrecerrando los ojos y con cara pensativa. Estuvo otro
buen rato sin hablar hasta que por fin articuló de nuevo palabra—. Hace muchas
estaciones... antes de que el mundo cambiara… el bueno de Báááárbol…
Queercus sacudió su gran cabeza lentamente, cerró los ojos y
volvió a abrirlos para a continuación mirar hacia arriba. Hubo un silencio
largo, de esos que solo los árboles entienden. Los cuatro Ents lo miraban, sin
apremiarlo, pues sabían que la decisión de un pastor de árboles no puede ser
forzada ni impaciente.
Finalmente, Queercus alzó una rama nudosa.
—Hruuuummmm… Decís que Bááááárbol ha hablado. Que los árboles han
escuchado... que hay movimiento en las raíces. Eso... es importante hruuuuummmm.
Muy... importante. Pero yo... necesito... tiempo.
—El tiempo no nos sobra, viejo amigo —dijo Sisslun con respeto—.
Pero sabemos que los pasos verdaderos no corren, y si has de unirte, lo harás
cuando sea el momento.
Queercus inclinó su gran cuerpo, apenas perceptiblemente.
—Seguiré vuestras huellas... si mis raíces lo permiten. Pero
antes... debo hablar con mis árboles. Ellos han estado callados... demasiado.
Quizás... ya no recuerden cómo gritar.
Y con ese último murmullo, se giró y desapareció lentamente entre
las sombras del bosque, como si el propio bosque lo absorbiera.
Oörloon, con voz grave, fue el primero en hablar tras su partida.
—Nos seguirá. No ahora. Pero lo hará. No hay viento tan fuerte que
doblegue a un roble viejo, pero si el bosque lo empuja… se mueve.
—Queercus... —susurró Boj—. Tiene la antigüedad del mundo en sus
ramas.
—Y la decisión del mundo viejo en su pecho —dijo Burhrrum.
Entonces, sin más palabras, los cuatro Ents retomaron su viaje. El sol descendía lento entre las colinas del oeste, y la sombra de su marcha se proyectaba larga sobre la tierra. No eran muchos aún, pero la Tierra Media empezaba a temblar con el eco de sus pasos. Y en algún lugar del bosque, un roble verdoso, de corteza anciana y corazón de tierra profunda, meditaba junto a sus árboles. Y el viento, leve pero insistente, traía un nombre que aún recordaba con claridad: Bárbol.
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