La vida en el interior de una
gran ciudad no siempre es fácil, más bien tiende a ser difícil o muy difícil.
Pues imagínate cuando eres un Trasgo y vives en el interior de la Ciudad Bajo
la Montaña…
La Ciudad está excavada en el
interior de la Montañas Nubladas, excavada en parte, ya que cuando los trasgos
llegaron hace muchos años a través del Paso de Alto, o eso se supone, lo cierto
es que hallan una red de túneles que deciden ampliar, en principio en solitario
y más tarde con la ayuda de algunos orcos provenientes de zonas aledañas.
En un principio lo que se hace es
aumentar la longitud de los túneles, pero cuando encuentran una gran gruta
interior deciden crear un asentamiento para ellos mismos. La amplitud de esa
sala lo hace posible, y es entonces cuando la actividad se hace más frenética
en las entrañas de la montaña.
Miles y miles de trasgos y orcos
se ponen a trabajar para crear una verdadera ciudad, compartimentando zonas y
ampliando los caminos. Comienzan a construir pasarelas con maderas que van
consiguiendo en el exterior de la gruta, talando árboles y robando en las
incursiones a pueblos habitados por hombres libres. Los orcos son los grandes
protagonistas en esta época, pues suelen ser más fuertes y son los que hacen el
pillaje, llevando a demás de las joyas que tanto llaman su atención, y las
comida, trozos de madera para seguir haciendo caminos en el interior de la
ciudad.
Los trasgos son los encargados de
materializar los caminos, muchas cuerdas, muchos clavos y mucha madera cuelga
de aquí y de allá en el interior de la roca, creando senderos por donde parece
imposible, colgando maderas que a veces están suspendidas por dos finas e
inseguras cuerdas, pero que con el peso que tienen estos seres le sirven a la
perfección.
Comienzan también a llegar ratas
y murciélagos, estos últimos enemigos acérrimos de los trasgos, pues suelen
importunarlos, y debido al tamaño de algunos, llegan a ser verdaderos
quebraderos de cabeza para no ser el alimento de las ratas con alas, como
algunos trasgos llaman a estos grandes murciélagos. Para ahuyentarlos van
poblando las pasarelas con fogatas, al principio solo son palos empapados en
grasa que prenden con fuego, pero luego consiguen hacer algunos recipientes con
hierros doblados para que hagan las veces de verdaderos braseros, más fáciles
de mantener ardiendo por tener un pequeño depósito en el que colocar más grasa.
Lógicamente los incendios no son
infrecuentes, hay muchos puntos de fuego en una ciudad en la que, a parte de la
roca, la madera y la cuerda abundan. Así, para evitar males mayores, los
trasgos deciden hacer huecos superiores en los que acumulan agua del exterior,
cisternas que les sirven, además de para el consumo de agua, para apagar fuegos
cuando estos se producen.
No se sabe a ciencia cierta
cuantos Trasgos viven en La Ciudad Bajo la Montaña, pero cálculos realizados
por el Escriba, fiel servidor del Rey Trasgo, encargado de la dirección de la
ciudad, marcan que se ha llegado a tener bajo este techo hasta millón y medio
de trasgos en épocas de bonanza.
El trasiego y el movimiento es
continuo en las pasarelas y túneles de la Ciudad, y cualquier trasgo que vive
allí siempre está a disposición de ser enviado a cavar, a salir fuera a por
comida, a atacar a algún grupo que haya cerca de enemigos, a servir al propio
Rey Trasgo o a construir o reparar caminos o celdas en las que se acumulan por
las noches.
De entre todos los trabajos
enumerados sin duda el más arriesgado y cruel es el de servir a un Rey Trasgo
despótico y caprichoso que no mira por sus súbditos, y que a menudo los lanza
desde su trono al vacío, o los pisa y espachurra sin miramientos. Pocos
sobreviven a este trabajo, y cuando lo hacen se ganan el respeto del resto de
compañeros.
Pues bien, uno de estos
respetados en Haggäg, un trasgo que estuvo durante un par de semanas sirviendo
bajo el trono del Rey Trasgo, sí, bajo el trono porque hay que ir eliminando
toda la porquería que deja el caudillo junto a él, ya no excrementos, sino
trozos de comida, ratas que logran llegar allí en busca de comida fácil, etc…
Es un lugar de riesgo pues con cualquier cambio de humor, si el Rey Trasgo está
de mal humor, no dudará en pagarla contigo y acabarás despeñado por el vacío
para caer abajo, muy abajo, o para ser pisoteado sin piedad bajo esa mole que
es su alteza.
Haggäg sobrevivió un par de
semanas, 17 días concretamente, aunque los días bajo la montaña son difíciles
de contar por la ausencia de luz, al menos en la gruta principal, donde los
días los marcan los ayudantes del rey, principal un Escriba que es el que junto
a Grinnhah y otros jefes, marcan el devenir del día. Haggäg descubrió que bajo
el trono podía conseguir comida de más calidad que donde estuvo antes
trabajando, cavando roca, pero era arriesgado, aún así logró engordar y todo.
Finalmente, en uno de los disgustos el Rey Trasgo lo
cogió y lo lanzó, con la suerte de ir a impactar en una de las paredes cercanas
en vez de caer al vacío. Es cierto que se rompió la pierna izquierda, de hecho,
aún se puede ver su peroné asomando por detrás de la rodilla. Hace tanto
tiempo, que ya el dolor no le es insoportable, y ha cicatrizado la herida, eso
sí, dejándolo medio cojo y con el recuerdo de la cabeza del hueso asomando por
atrás. Esto ha hecho que sea visto como un héroe por algunos de sus congéneres,
que desde hace tiempo lo eximen del trabajo pesado, para buscar en él consejos,
y se ha convertido en una especie de juez de pequeños altercados, lo cual hace
que vuelva a comer bien y no tenga que trabajar. Es uno de los pocos que pueden
decir que su paso por El Trono del Rey le ha venido de perlas.